COMADREJA OVERA
(Didelphis albiventris)

La comadreja es un animal perteneciente a la familia de los marsupiales. Su cara es de color blanco cremoso, con una línea negra superior que se inicia a poco mas atrás de un centímetro del hocico y se ensancha hacia atrás hasta conectarse con el color negro del dorso. El hocico es rosado con un tinte oscuro. Las orejas son negras en la base y blanco-rosadas en el resto. Posee un iris oscuro, casi negro. La zona peri ocular oscura se extiende lateralmente hasta las orejas. Las vibrisas del hocico son negras. Las vibrisas de las mejillas son castañas. La garganta es amarilla. El pecho y el vientre son de un tono blanco-cremoso con marcada invasión negra debido a los extremos de los pelos que son de ese color. La zona posterior del abdomen es amarillenta, sin negro. El dorso es negro con dejos blanquecinos en zonas con pelos revueltos o gastados. Las manos y las patas son negros.

La cabeza es relativamente grácil y pequeñas, que da cuenta de una caja cerebral estrecha. El hocico es en punta. A cada lado tiene aproximadamente diez vibrisas de 8 cm de largo orientadas hacia atrás y cuatros o cinco mas cortas dirigidas hacia arriba. Los miembros son cortos y robustos. Los pies y manos tienen pelo corto en el dorso y palmas desnudas con torus bien destacados. La cola es prensil, cubierta de pelo muy corto.

Las comadrejas son, en general, adaptables a ambientes diversos, aunque prefieran las zonas arboladas, cercanas a alguna fuente de agua. En la Argentina la comadreja overa habita en montes, en pajonales-preferentemente con árboles o matorrales-, pero también en zonas rocosas o relativamente bajas y de vegetación abundante y en los alrededores de las ciudades, aun en zonas francamente urbanas y dentro mismo de las viviendas de los hombres.

En nuestro país la comadreja ha seguido la distribución del hombre y ha llegado en los últimos años a regiones que antes no ocupaba, siguiendo el avance de la urbanización y la agricultura. La comadreja necesita disponer de un refugio seguro que le proporcione reparo durante el día -ya que sus actividades son nocturnas- y abrigo durante el invierno, periodo que le resulta especialmente critico ya que no tolera bien los enfriamientos. Sin embargo, no construye albergues. Aprovecha los refugios naturales -cuevas formadas en las rocas y, sobre todo, los troncos de los árboles-, o bien ocupa refugios construidos por otros animales y abandonados. Otras veces son los entretechos de las casas abandonadas o habitadas aun por el hombre.
Una vez hallado el refugio, lo tapiza con materiales vegetales, plumas y pelo de animales que recoge en los alrededores.

En un sentido estricto podría decirse que el territorio de la comadreja se restingue a ese nido, que es defendido con ferocidad. Los recorridos que realiza en sus exploraciones fuera de él se superponen con los de otras comadrejas. No se conoce a ciencia cierta hasta que distancia del albergue se aleja le comadreja overa pero se conoce con precisión que otras zarigüeyas realizan diariamente grandes recorridas y cubren áreas de exploración de cerca de veinte hectáreas.

La comadreja se desplaza por el suelo, por los árboles e incluso por el agua, ya que es buena nadadora. Sin embargo, su andar terrestre no es muy gracioso: trota con el tren posterior ligeramente levantando y arrastrando la cola. En los árboles, en cambio, su locomoción es especialmente diestra; trepa y se desplaza con la ayuda del pulgar semioponible de sus patas y la cola prensil, que le sirve de sostén y de impulso.

De hábitos sumamente solitarios, la comadreja rehuye los encuentros con otros miembros de su misma especie, y salvo en ocasión de la cópula y la cría. Vive para si misma, se autoabastece y se basta. Durante el día duerme en su nido o se acicala cuidadosamente, lamiéndose los genitales y, en el caso de la hembra, también el marsupio; con la pata previamente lamida se lava reiteradamente la cara y se peina el pelaje.

En situaciones de cautiverio, cuando se fuerza la convivencia entre ejemplares, suelen producirse luchas extremadamente feroces entre los machos, que no se toleran mutuamente; o entre hembras y machos, ya que las primeras rechazan violentamente al sexo opuesto fuera del periodo de celo; o entre hembras, ya que las que no están en celo suelen atacar a las que lo están. La comadreja overa manifiesta su agresión con un ritual corporal característico: el cuerpo encogido, la cabeza semilevantada, la boca extremadamente abierta, las orejas pegadas a la cabeza y las vibrisas erectas, mientras emite bufidos y chillidos agudos. Es muy probable que esta exhibición agresiva sirva para ahorrarle a la comadreja muchas luchas y mucho daño fisico, ya que a menudo el oponente, amedrentado por el despliegue, huye sin presentar pelea.

La comadreja overa es omnívora y tiene una dieta variadísima. Esta peculiaridad de ser un depredador no especializado le permite adaptarse casi a cualquier tipo de hábitat. Cuando se trata de vegetales le apetecen especialmente los frutos maduros, y también los brotes y los tallos tiernos. Consume invertebrados -insectos y lombrices- y muy a menudo aves pequeñas, que, sobre todo en apoca de cría, son un componente principal de su alimentación. Si se da el caso la comadreja overa se especializa en los desperdicios de las viviendas humanas -cuando vive en zonas urbanas- o se dedica a robar huevos o a matar gallinas.

La comadreja caza por lo general de al anochecer o ya entrada la noche, aunque en ocasionalmente -en invierno, por ejemplo, para evitar el frío, o cuando esta muy hambrienta- sale de día. Prefiere estar a solas y tranquila para comer, sin señales de alarma en el medio, y, a menudo, estando en libertad, lleva las presas a su guarida para devorarlas. Tambien estando en cautiverio busca, dentro de sus posibilidades, algún lugar oscuro y refugiado para comer. La comadreja overa no almacena alimentos y devora total y minuciosamente a su presa, incluidos, pelos, uñas, plumas, y solo al final deja algún resto.

Cuando la comadreja se siente realmente amenazada -cuando ha sido atrapada por algún depredador o por el hombre- emite una secreción defensiva, generada por dos glándulas situadas en la región genital, un liquido verdoso, espeso y de un olor extremadamente desagradable, que a menudo resulta eficaz para ahuyentar al enemigo. Cuando la amenaza que se cierne sobre ella es incontrolable, como sucede cuando se ve rodeada por una jauría de perros o atrapada en una trampa, la comadreja entra en un estado catatónico semejante a la muerte. Cae de costado, exánime. De la boca, retraída hacia atrás en las comisuras, se escurre abundante saliva. Los ojos se tornan vidriosos. A menudo el estado esta acompañado de defecación y vaciamiento de las glándulas del mal olor. No responde a los estímulos visuales ni a los acústicos. Parece en cambio sensible al contacto físico, que logra a veces liberarla de ese estado. Si al "despertar", las condiciones negativas que motivaron su "muerte" subsisten, vuelve a caer en ella; si la situación se ha modificado, se aleja rápidamente.

La época de reproducción de la comadreja overa es muy amplia: desde fines del invierno hasta fines del verano y ya a fines de agosto pueden encontrarse hembras preñadas. Dentro de ese largo periodo reproductivo hay dos momentos de estro o celo, en los que puede quedar preñada. El periodo de celo dura al parecer alrededor de cuarenta horas. Se cree que la hembra busca al macho, guiada por una señal olorosa, posiblemente feromonal, que a la vez que la atrae sexualmente tiene la particularidad de atenuar su agresividad natural y facilitar así el acercamiento.

Solitaria y poco comunicativa, la comadreja protagoniza un cortejo violento y breve. Después de producido el encuentro el macho persigue a al hembra emitiendo gritos débiles y agudos y tratando de atraparla con los dientes. Ella accede a al copula -a veces al cabo de unos minutos, otras veces luego de algunas horas- y el macho la monta y le traba las patas con las suyas. Ambos caen al suelo de costado y así permanecen por unos quince o veinte minutos. Al culminar la cópula, la hembra recupera su agresividad natural, que había quedado momentáneamente paliada por la acción de las feromonas del macho, y se modifica radicalmente su actitud, que se torna activamente hostil. Es así como el breve encuentro entre los sexos finaliza con la huida del macho. La hembra queda preñada en el primer día de su celo y las cópulas que realiza luego de ese periodo no son efectivas.

Después de un tiempo de gestación breve -entre doce días y medio y trece días- tiene lugar el parto. La hembra se muestra irritable e inquieta y se mueve nerviosa con la cola entre las piernas. Finalmente se sienta sobre su tren posterior y comienza a lamer la abertura genital hasta que emerge la cría: hasta quince o dieciséis embriones realmente diminutos, once mil veces mas pequeños que la madre, que miden alrededor de catorce milímetros de largo y pesan ciento cincuenta miligramos. Nacen bañados con las secreciones maternas y enteramente recubiertos de una delgada membrana de tejido queratinizado, el epitriquio, que los protegerá de la desecación hasta que se haya desarrollado definitivamente su piel, ya que los primeros aparecerán solo cuarenta y ocho días después de este nacimiento.

El embrión tiene un aspecto muy incompleto: los labios, los ojos, las orejas están solo esbozados y disimulados bajo el epitriquio. Es entonces cuando entra en juego el rasgo anatómico mas notable de los marsupiales: la bolsa o marsupio. El marsupio es una doble piel en el vientre que forma una especie de bolsa dentro de la cual terminan de desarrollar los embriones. En cuanto entra a la bolsa el recién nacido se aferra al pezón con fuerza, y el pezón penetra profundamente en él. La estructura de su laringe y su faringe le permite mamar y respirar al mismo tiempo. Durante los primeros días de vida usa su larga lengua muscular para succionar y para retener el pezón en la boca. Luego, cuando los labios están más formados, le resulta muy fácil mantener el pezón dentro de la boca. Como no todos los pezones de la madre son funcionales algunos embriones mueren y por lo general la camada que sobrevive es de entre siete y once.

Al cabo sesenta días las crías han cambiado notablemente: han alcanzado un desarrollado completo, pesan cien veces más que en el momento de nacer, comienzan a abrir los ojos y ya están recubiertas de pelos. Los dientes comienzan a salir alrededor de los setenta días de vida. Los embriones de la comadreja siguen entrando y saliendo de la bolsa de la madre hasta por lo menos las catorce semanas de vida. Cuando ya están más crecidos la madre suele salir a buscar comida con ellos a cuesta pero afuera del marsupio. Para ello cruza la larga cola sobre el lomo y las crías se montan en ella y se sostienen enroscando sus propias colas en la cola de la madre. El periodo que media entre el destete y el alejamiento definitivo de las crías es la etapa de máxima comunicación entre miembros de la especie.

Las comadrejas en general son susceptibles a enfermedades virales -incluida la rabia-. También pueden contraer la fiebre amarilla y la encefalitis virósica, y se han encontrado ejemplares de comadreja afectadas por toxoplasmosis y por el mal de Chagas.

 

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